dimecres, 23 de novembre del 2011

Visions dels Cursos de Cooperació I. Guatemala i El Salvador. Agost de 2011


Ya han pasado unos meses desde aquel primer encuentro en el aeropuerto de Madrid. Era la hora de las presentaciones y por fin, una vez reunidos el grupo entero, nos disponíamos a empezar la aventura con los sentimientos un tanto excitados. Incluso desde la distancia que proporciona el tiempo, me es difícil explicar las primeras sensaciones con el grupo.

La mayoría no nos conocíamos más que por un par de correos de presentación y aún así nos envolvía un extraño halo de hermandad. Procedíamos de distintas regiones, con distintas formaciones y distinta franja de edad; pero nos unían las ganas de aprender, de conocer realidades con las que solo habíamos mantenido un relativo contacto a través de los ojos y los oídos de unos pocos.

Ese entusiasmo inicial no hizo más que crecer durante el viaje. Después de unas cuantas horas de avión y otras tantas de autocar habíamos llegado a nuestro primer destino en Guatemala. Allí se formalizó el inició del curso con una reunión más detallada sobre la metodología del curso, sus objetivos, etc., información que en gran medida ya sabíamos, pero que no por ese motivo perdía relevancia.

A lo largo de los primeros días el grupo se fue consolidando de una manera muy especial, sin perder su heterogeneidad, mas esta característica acrecentaba el interés del temario y los debates que surgían entorno a él. Todo se enfocaba desde distintos prismas y ganaba en profundidad. Del mismo modo que creció en nosotros el conocimiento del trabajo que llevan a cabo los cooperantes; que en un principio puede parecer sencillo hasta que te sumerges, aunque sea superficialmente, en sus labores y responsabilidades.

La teoría era más que correcta, pero lo que todos deseábamos era el contacto con la realidad, desplazarnos hasta las comunidades y comprobar el trabajo realizado. Trabajo que no siempre consistía en casas dignas y depósitos de abastecimiento, muy necesarios por cierto, sino que todos los proyectos se sustentaban en valores como la igualdad de género, el trabajo comunitario, la importancia del esfuerzo o la responsabilidad a partir de los cuales se trabajaban los aspectos puramente materiales.

Es gracias a estos contactos con sus diferentes realidades que te das cuenta lo fácil que es caer en el paternalismo y en reproducir la idea de que nos necesitan para ayudarlos, en definitiva, inocularles una idea de inferioridad. Por supuesto, también es gracias a estos contactos que te das cuenta del esfuerzo que supone una buena cooperación, una cooperación que capacite a los propios destinatarios para que puedan resolverse sus problemáticas, para que sean capaces de llevar una buena gestión de sus propias comunidades y, en definitiva, para que sean capaces de crecer con la máxima autonomía y autoestima posibles.

Los días pasaban y el curso tocaba a su fin, pero cada día era una nueva experiencia. Estuviéramos dando teoría, visitas a comunidades o a distintas autoridades, en Guatemala o en El Salvador, cada día cuando se acercaba la hora de irse a descansar asomaba una sensación de haber aprovechado el día, de estar creciendo un poquito cada día.

La teoría es importante y el curso puede abrir nuevas puertas profesionales, pero esa sensación de la que os hablaba es lo que más valoro, pues las experiencias vitales como esta son las que llenan de sentido la vida, son las imágenes que con el paso de los años recordaremos con una sonrisa en la cara.

Gerard Martín Milà
Participante en el Curso de Cooperación sobre el Terreno de Agosto de 2011 en Guatemala y El Salvador

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